lunes, 23 de marzo de 2020

Buenas y Santas..., por Gerardo Molina (reseña completa)





Como diría el insigne escritor cordobés Juan Filloy: “Ante tanta ineptitud desarrapada…”, reconforta encontrar obras que unen a la genialidad de la creación el cuidado y respeto por el idioma, sin menoscabo del estilo personal y los temas abordados, como esta novela de Luján Fraix, quien ocupa un lugar de honor en la novelística hispanoamericana.

La acción transcurre en un establecimiento rural de la pampa argentina Estancia la Candelaria, entre 1910-1930, en torno de una familia atada a prejuicios ancestrales, de rígidas costumbres, con la omnipotente autoridad de doña Emma, la dueña de la estancia: se hará lo que yo decida como siempre. Allí crecía Felicitas, su hija menor como una flor frágil, maravillosa y única, inmersa en un monte de espinos, con el vivo recuerdo de sus abuelos y apenas algún afecto inexplicable.
Desde el comienzo, el apego a la tierra, como los árboles que hunden sus raíces, aparece marcando el destino aún incierto de aquella gente: Yo soy hijo de la tierra y volveré porque me lo dice la sangre… Nuestros padres dieron el alma por este suelo y nosotros debemos seguir su ejemplo. Mientras: El ambiente era un compendio de motivos: el camino de carretas, la familia rural, el galanteo amoroso, el gaucho en traje de pueblo, la ranchería con su ombú, la cebada de mates, el encuentro de paisanos a caballo.



La maestría con que ilumina las escenas, las descripciones, el interés in crescendo del relato, las descripciones, los diálogos, los retratos van conformando la novela a modo de una agreste sinfonía, cuya intensidad crece en los últimos capítulos, para darnos al fin, luego de desnudar las tormentas del alma, y los secretos guardados por décadas que marcaron la vida de los personajes, los primeros rayos de una aurora que trajera paz y
olvido a aquellas almas y otro destino a sus sucesores, de los cuales Josefina, tal vez podrá atesorar el amor y la dicha que le fueran vedados a Felicitas, víctima inocente de los errores y del carácter inflexible y dominante de su madre.

En lo que hace a las descripciones, pueden ser breves y concisas: la capilla de la estancia estaba abierta igual que la escuela de antaño con sus muros desnudos, o extenderse en pinceladas de épocas, con autenticidad y cierto vuelo lírico, natural por otra parte en la obra de la notable poeta que es también Luján Fraix: La Estancia La Candelaria de doña Emma era un monasterio. Los adobes y tapias reflejaban, como lienzo tejido, sus manos… Había un árbol al que llamaban aromo del perdón parecido al espinillo que plantara Manuelita Rosas en la quinta de Palermo…
Pero, aún más, se destaca la perfección de los retratos que, en general, va construyendo a lo largo de la obra, como el magnífico perfil de Felicitas: Era bonita, de pelo oscuro, con grandes ondulaciones y unas pestañas largas que destacaban sus ojos tímidos. No aceptaba órdenes, tenía su carácter… Sus pies denotaban familiaridad con el suelo, con los charcos y los abrojos… El pelo le caía hasta el suelo e irradiaba una luminosa energía interior… Rebelde e inmadura, desobediente y caprichosa… Antonio no hacía otra cosa que imaginar el perfil sereno de Felicitas a plena luz bajo el óvalo de su capota… ella es muy frágil dijo Atilio… Atilio y Bernardino necesitaban de la risa triste de Felicitas que era un infante en un cuerpo adulto… se dio cuenta de que su abuelo la hubiera comprendido porque sabía demasiado de ausencias… Josefina entrecerraba los párpados como preguntándose ¿quién es esa bella mujer tan triste?




En suma, una obra magistral, de lectura imperdible, que acrece el rico acervo y el prestigio de su autora.

Sobre la misma, expresa Marta Abelló: “Huele a la pampa argentina, huele a llanura y a verbena y a tabaco; a los platos calientes recién servidos por un criado negro bajo la luz de los candelabros. Me ha transportado a una época y un lugar envuelto en normas rígidas y encorsetadas rodeadas de la belleza salvaje del paisaje. “Buenas y Santas” está cargada de lirismo, filosofía de vida y grandes verdades en personajes de mujeres fuertes y obstinados que callan, toman el té y cierran los ojos ante el atardecer impasible mientras su corazón es fuego. Las pasiones, las verdaderas, se llevan en silencio. 

Y Cristina Suárez: En la Argentina de 1910 y en La Candelaria, el hogar de doña Emma y los suyos, las cosas no son tan sencillas como deberían ser. Su hija Felicitas no se siente obligada a seguir las reglas que impone su madre y a medida que va pasando el tiempo suceden acontecimientos que harán todavía más tensa la relación entre ellas. Tanto es así que doña Emma decide abandonar su tierra y llevarse a Felicitas a París con la compañía de su criada Remedios.

Cuando regresan, tras casi dos años en el viejo continente, las tres se muestran distintas. Su familia y sus empleados saben que algo ocultan, los secretos entre ellas, su hermetismo ante los hechos que se revelan a su llegada llenan de dudas la existencia de los que están a su alrededor. Luján Fraix nos conduce con maestría hasta el final de su novela para aclararnos el motivo de tantos años de calladas respuestas que doña Emma llevaba a rastras durante gran parte de su vida. No sólo se sabrá su pasado oculto sino el de Felicitas, un secreto guardado hasta las últimas páginas y que sorprenderá a todos.
La trama está muy bien llevada a través de la forma de pensar de los personajes en unos tiempos en los que sí importaba el qué dirán, en unos momentos en los que la sociedad condicionaba la forma de actuar. Pero la verdad poco a poco tiene que ser contada y dos personajes misteriosos serán los encargados de hacer que vea la luz.

Es una novela de sentimientos, de amores, de rencores, de misterios... Es una novela que nos conduce a reflexionar sobre la vida y sus consecuencias. Es una novela que nos muestra a una familia de principios del siglo XX, en la que los protagonistas tienen que guardar las apariencias para hacer frente a la moralidad de la sociedad en la que viven.

(Buenas y Santas… Los hijos olvidados de Luján Fraix, 254 páginas. Autores Editores-2019)